Prólogo de la exposición Atravesando el vacío
Centro Cultural Borges, Buenos Aires. Del 29 de marzo al 20 de abril de 2007
LA LÍNEA ROBADA
Las frondosas escenas de Elena Nieves lo son de una extraña manera. Porque aquí la superficie vibra, se ahonda y disuelve fragmentada tanto por la minuciosa combinatoria de retículas y fibrilaciones lineales como por la ausencia, la interrupción del trazo, la blancura del papel intacto. El paisaje llega en la escritura de un follaje gráfico que evoca cierta epifanía luminosa; algo enceguecedor, que viene de una naturaleza estrictamente visual, en un perpetuo mediodía candente, está a punto de hacer que todo este mundo se disuelva en luz de papel, en la imponente presencia de lo no-dibujado, mientras las heroicas líneas pelean por hacerlo todavía visible. A la vez, allí mismo, sobrevolando esta constelación despareja, inesperados recortes, de contorno deliberadamente subrayado, engañosamente armónicos, vuelven a abonar, en un inestable contraste de proporciones, la paradoja de ausencia y sentido.
Son como ampliaciones de detalles de la escena total, que parecen poner en foco la volatilidad de las formas que se escapan entre las formas, enrareciendo el estatuto de todas las demás notaciones de la imagen mientras, en rigor, completan su resonancia final. Otros motivos avanzan hacia adentro de la superficie; brumosos telones que construyen una escenográfica profundidad de campo, con un formidable uso por parte de la artista de la transparencia más literal -son dibujos construidos mediante dos o tres capas superpuestas de papel traslúcido- cada una de las cuales aporta una capa de epidermis para el espeso y efímero cuerpo del relato visual, como una niebla de tinta y papel.
Como en la famosa ironía de La carta robada, de Edgar Allan Poe, en el dibujo de Elena Nieves aquello que creemos no ver, que desesperamos por encontrar, es lo que está más a la vista.